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—Si Dorothy se contentara con vivir en la Ciudad Esmeralda, todos podríamos ser felices —agregó el Leñador.

—Pero es que no quiero vivir aquí —protestó la niña—. Quiero regresar a Kansas y vivir con mi tía Em y mi tío Henry.

—Bien, entonces, ¿qué se puede hacer? —preguntó el Leñador.

El Espantapájaros decidió meditar al respecto, y tanto pensó que los alfileres y agujas empezaron a sobresalirle por la coronilla. Al fin dijo:

—¿Por qué no llamas a los Monos Alados y les pides que te lleven por sobre el desierto?

—¡Jamás se me ocurrió! —exclamó Dorothy con gran alegría—. Es lo más indicado. Iré a buscar el Gorro de Oro.

Poco después regresó con el Gorro al Salón del Trono y dijo las palabras mágicas que en muy poco tiempo atrajeron a la banda de Monos Alados, los que entraron volando por la ventana abierta y se detuvieron frente a ella.

—Es la segunda vez que nos llamas —dijo el Rey, inclinándose ante la niñita—. ¿Qué deseas de nosotros?

—Quiero que me lleven volando a Kansas —pidió Dorothy.

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