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—Me voy a hacer una visita. Mientras falte yo, el Espantapájaros los gobernará, y les ordeno que lo obedezcan como me obedecerían a mí.

Ya para entonces el globo tiraba con fuerza de la cuerda que lo retenía sujeto al suelo, pues el aire en su interior estaba muy caliente, lo cual lo hacía mucho más liviano que el aire exterior.

—¡Ven, Dorothy! —llamó el Mago— Apúrate, antes que se vuele el globo.

—No encuentro a Toto —respondió Dorothy, quien no quería dejar a su perrito.

Toto habíase alejado por entre la gente para ir a ladrarle a un gatito, y la niña lo halló al fin, lo tomó en sus brazos y corrió hacia el globo. Estaba a pocos pasos del mismo y Oz le tendió la mano para ayudarla a subir, cuando se cortaron las cuerdas y el aeróstato se elevó sin ella.

—¡Vuelve! —gritó—. ¡Yo también quiero ir!

—No puedo volver, queridita —respondió Oz desde lo alto—. ¡Adiós!

—¡Adiós! —gritaron los presentes, y todos los ojos se alzaron hacia el Mago que cada vez se alejaba más y más hacia el cielo.

Aquella fue la última vez que vieron a Oz, el Mago Maravilloso, aunque es posible que haya llegado a Omaha con toda felicidad y se encuentre allí ahora. Pero sus vasallos lo recordaron siempre con mucho cariño.

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