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—El remiendo no importa —exclamó el feliz Leñador—. Te estoy muy agradecido y jamás olvidaré tu bondad.

—Ni lo menciones —dijo el Mago.

El Leñador volvió al lado de sus amigos, los que lo felicitaron sinceramente por su gran fortuna.

El León fue entonces a llamar a la puerta del salón.

—Adelante —invitó Oz.

—Vengo en busca de mi valor —anunció el felino al entrar.

—Muy bien, iré a buscarlo —contestó el hombrecillo.

Fue hacia un armario y del estante más alto retiró una botella rectangular cuyo contenido vertió en un tazón de oro verdoso muy bien trabajado. Poniéndolo delante del León Cobarde —que lo olió como si no le agradara —le dijo:

—Bebe.

—¿Qué es?

—Verás —fue la respuesta—, si lo tuvieras en tu interior sería valor. Naturalmente, ya sabes que el valor está siempre dentro de uno, de modo que a esto no se le puede llamar realmente coraje hasta que lo hayas bebido. Por lo tanto, te aconsejo que lo bebas lo antes posible.

Sin vacilar un momento más, el León bebió hasta vaciar el contenido del tazón.

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