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—Sí, sí. Haz el favor de sentarte en esa silla —repuso Oz—. Tendrás que perdonarme por sacarte la cabeza, pero lo haré a fin de poner tu cerebro en su sitio apropiado.

—Está bien. Puedes sacarme la cabeza, ya que me la habrás mejorado cuando vuelvas a ponérmela.

Y el Mago le quitó la cabeza y le vació la paja de que estaba rellena. Después fue a otra habitación y tomó una medida de afrecho que mezcló con gran cantidad de alfileres y agujas. Una vez que hubo mezclado bien todo esto, puso la mezcla en la parte superior de cabeza del Espantapájaros y terminó de rellenarla con paja para mantenerla en su lugar.

Cuando volvió a poner la cabeza sobre los hombros del paciente, le dijo:

—De aquí en adelante serás un gran hombre, pues acabo de ponerte un cerebro de primera.

El Espantapájaros sintióse tan complacido como orgulloso ante el cumplimiento de su gran deseo, y una vez que hubo agradecido debidamente a Oz, regresó al lado de sus amigos.

Dorothy lo miró con curiosidad al ver su cabeza que parecía haberse agrandado en la parte superior.

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