Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—Muy sabio por cierto —contestó él con gran seriedad—. Cuando me acostumbre a mi cerebro, lo sabré todo.

—¿Por qué te sobresalen de la cabeza todos esos alfileres y agujas? —preguntó el Leñador.

—Esa es la prueba de que es agudo —comentó el León.

—Bien, ahora me toca a mí —dijo Leñador, y fue a llamar a la puerta del Salón del Trono.

—Adelante —le invitó Oz.

—Vengo en busca de mi corazón —anunció el hombre de hojalata.

—Muy bien. Pero tendré que abrirte un agujero en el pecho para colocar el corazón en su sitio adecuado. Espero que no te haga daño.

—En absoluto. No sentiré nada.

Oz fue a buscar un par de tijeras de hojalatero e hizo un orificio rectangular en el costado izquierdo del pecho del Leñador. Después abrió un cajón de la cómoda y sacó un bonito corazón hecho de seda roja y relleno de aserrín.

—¿Verdad que es hermoso? —preguntó.

—Lo es de veras —repuso el Leñador, muy complacido—. ¿Pero es un corazón bondadoso?

—Muchísimo. —Oz puso el corazón en el pecho del paciente y volvió a colocar la tapa del orificio, soldando las coyunturas con gran cuidado—. Ya está. Ahora tienes un corazón del que cualquiera se sentiría orgulloso. Lamento haber tenido que ponerte un remiendo en el pecho, pero fue inevitable.

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