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Los Monos habían dejado a los viajeros cerca de una granja y los cuatro amigos marcharon ahora hacia la casa y llamaron a la puerta, la que abrió la esposa del granjero. Cuando Dorothy le pidió algo de comer, la mujer les brindó a todos una buena comida, con tres clases de pastel y cuatro clases de bizcochos, así como un tazón de leche para Toto.

—¿Queda lejos el castillo de Glinda? —preguntó la niña.

—No mucho —fue la respuesta—. Tomen el camino del Sur y pronto llegarán a él.

Luego de dar gracias a la buena mujer, partieron de nuevo y marcharon por entre los campos sembrados y los bonitos puentes hasta que vieron ante ellos un castillo muy hermoso. Ante las puertas se hallaban tres mujeres jóvenes que vestían vistosos uniformes rojos con adornos dorados.

Al acercarse Dorothy, una de ellas le preguntó: ¿Por qué vienen al País del Sur?

—Queremos ver a la Bruja Buena que gobierna aquí —contestó la niña—. ¿Nos llevarán ante ella?

—Denme sus nombres y preguntaré a Glinda si quiere recibirlos.

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