Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Tío Laurie intervino con una sonrisa comprensiva.

―Así me gusta, muchachos. Que defendáis con ardor vuestros puntos de vista. Nosotros seremos testigos de vuestra pelea oratoria. ¡Adelante con la polémica!

Pero en aquel momento apareció Jo, reclamando al «león» para la cena. Teddy dudó un momento, pero después siguió a su madre.

Jossie aprovechó la oportunidad para vengarse de las pullas que su primo siempre le lanzaba.

―¡Oh, qué vergüenza! Un soldado que abandona el campo de batalla porque la cena le espera.

Ted encajó bien el golpe. Señalando cómicamente a su madre contestó:

―Si no fueras tan ignorantuela sabrías que el primer deber del buen soldado es la obediencia. Y como el general ha dicho a cenar…, ¡pues a cenar!

En aquel momento entró un joven en la estancia. Estaba muy moreno, vestía un traje azul, y su rostro expresaba una gran alegría.

―¡Ah, de la casa! ¿Dónde se han metido ustedes?

―¡Emil! ¡Es Emil! ―gritó Jossie, y junto con Teddy corrieron a abrazar al recién llegado.

Pronto estuvieron todos reunidos a su alrededor, visiblemente satisfechos de tenerle entre ellos.

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