Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―¡Ah, bueno, entonces ya todo cambia! Pero es realmente sorprendente un cambio tan radical. ¿Cómo ha sido eso?
―Ya le contaré. Pero ¿qué dirá Nan?
―No debes preocuparte por ella. Estará la mar de contenta de haberse sacado un moscón que la importunaba a todas horas. Pero, dime, ¿quién es la novia?
―¿Es que no le escribió John acerca de ella?
―Creo recordar que se refería a una tal señorita West. ¿Es ella? Creo que se cayó…
―Ahí empezó todo. Sin querer le di un chapuzón. Naturalmente, después tuve que mostrarme galante y servicial con ella. Es lo lógico, ¿no? A todos les pareció muy natural. Si no hubiéramos ido en seguida todo se habría evitado, pero John se empeñó en quedarse para hacer unas fotografías… ¡y me perdió!
―Realmente, nadie diría que acabas de prometerte. Más pareces un recién sentenciado.
―Entre retrato y retrato, yo estaba siempre con ella…
Sacó una serie de fotografías que enseñó a Jo.
―Ya veo, debe ser ésa, ¿verdad? Siempre está junto a ti.
―Sí. Es «ella». Se llama Dora, ¿le parece a usted bonita?