Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Pero usted me aplaudió en el papel de Ofelia.

―Lo representaste bien. Pero fue una Ofelia juvenil, de tu edad. No precisamente la que Shakespeare imaginó. Mejor estuviste en la comedia; era cómica y patética a la vez. La parte de Porcia fue excelente. Éste debe ser el camino. Te educará la voz y te enseñará matices de expresión. Tienes una voz muy bonita y la mejorarás.

―Menos mal que tengo algo bonito ―suspiró la niña con desencanto.

―Mi opinión es leal. Absolutamente sincera. Siempre lo he hecho así aunque muchos se han molestado por no creer en sus aptitudes. Pero generalmente no me he equivocado. Otras, en cambio, tenían cualidades innatas. Les dije que siguieran. Unas lo hicieron, otras no pudieron soportar los sacrificios. La fama no está a la vuelta de la esquina.

―Pero yo…

―A menos que hubieras sido un auténtico genio, de los que no suelen existir, a los quince años no puede decirse aún si se tienen o no buenas condiciones. Eres demasiado joven aún.

―Yo no creo ni pretendo ser un genio. Lo único que deseaba saber es si tengo condiciones o no para seguir estudiando y sacrificándome. No me importa estudiar cuanto sea necesario, años y años. Pero me dolería estar obcecada y pretender algo que está lejos de mi alcance. No pretendo ser una Siddons ni una señorita Cameron a pesar de que me ilusionaría.


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