Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Entonces, ¿hasta mañana?

―Hasta mañana. Hoy no dormiré de ilusión.

Así fue. Aquella noche no pegó un ojo y al día siguiente se encontró en un estado de nervios extraordinario.

A tío Laurie le divirtió mucho lo de la pesca de la pulsera. Tía Amy se esforzó en elegirle el mejor vestido y en prepararla para que tuviese la mejor apariencia posible.

Cuando aún faltaba más de una hora para la entrevista, Jossie estaba totalmente preparada. Su impaciencia la tenía hecha un manojo de nervios.

Un rato antes desapareció para volver con un bonito ramo de flores silvestres, arreglado con indudable gracia.

Quiso ir sola.

―Así estaremos con mayor libertad. Bess. Reza por mí, pide a Dios que ella diga que puedo servir. ¡Tío, por favor, no te rías! Éste es un momento solemne en mi vida. ¡Oh Dios mío! ¡Qué feliz soy!

Tía Amy la arregló cuidadosamente, le dio los últimos toques y con su esposo y Bess la despidieron, viéndola marchar con un bagaje de ilusiones.

A medida que se acercaba a la torre de la actriz, Jossie fue recuperando su acostumbrado aplomo. Llamó con seguridad a la puerta y siguiendo a un criado entró en un saloncito.


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