Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―¡He fallado! Pero no se preocupe. La encontraré.
Aspiró con fuerza y se zambulló nuevamente. Desde arriba podía vérsela nadar con soltura, rastreando el fondo. La señorita Cameron miró a Bess. Como se parecía tanto a su madre le preguntó:
―Usted es la hija del señor Laurence, ¿verdad? Está muy crecida ya. ¿Cómo están todos en casa?
―Muy bien, muchas gracias.
―Dígale a su papá que iré a verlos. No deseo visitas ni recepciones, pero naturalmente con ustedes debo hacer una excepción. Y la haré con muchísimo gusto.
―A mamá y a papá les encantará también recibirla. Y en cuanto a mi prima, se volverá loca de alegría.
En aquel momento afloraba nuevamente Jossie. Además de unas piedras había atrapado unas algas. Las tiró con disgusto y se dispuso a continuar su labor.
―¡Por favor, chiquilla, déjalo! Has hecho mucho ya y temo por ti.
―Tengo un lema: «No renunciar nunca». He dicho que la encontraré, ¡pues la encontraré!
―Es una muchacha tenaz. Si en todo pone tanto empeño…
―Así es. ¿Y sabe usted una cosa? Está dispuesta a ser actriz. La tiene a usted como una diosa y no sosiega desde que supo que usted vivía ahí.