Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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En la habitación había multitud de retratos de actores y actrices famosos en sus más logradas creaciones. Después de curiosear un poco, instintivamente fue copiando las actitudes de aquellos artistas distinguidos. Poco a poco se fue animando. Incluso llegó a recitar algunos fragmentos de obras, acompañando la voz con el gesto.
Jossie estaba tan absorta que no advirtió la entrada de la señorita Cameron, la cual pudo estudiarla un momento.
―Bien, veamos qué nos ofrecerá nuestra sirenita.
Jossie se sorprendió por aquel jovial saludo. Pero reaccionó bien.
―Me gustaría ofrecerle estas flores. Son modestas. Flores silvestres, recogidas por mí esta mañana. He pensado que una actriz tan famosa no encontrará ya placer en las flores de invernadero. Éstas son más… más ¡más auténticas!
―Muy delicado el gesto. Y muy acertado. Tú debes ser también quien ha recogido y dejado en la verja de mi jardín unos ramitos parecidos a éstos, que varias mañanas hemos encontrado. ¿Es cierto?
―Sí, señorita. No pensé tener ocasión de hablarle. Pero quería ofrecerle el testimonio de mi admiración.