Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Con distintos motivos, las dos muchachas se fueron acercando. Estaban a pocos metros cuando la señorita Cameron dejó escapar una exclamación de sorpresa y disgusto:
―¡Oh, qué lástima!
Bes susurró:
―¿Te das cuenta? Ya nos ha visto y se ha molestado.
―No. Mírala. No es por nosotras. Parece que le ha caído algo al agua ―replicó Jossie, que no perdía de vista a su ídolo.
En efecto. La señorita Cameron escrutaba las aguas con inquietud, como buscando alguna cosa.
―¿Ha perdido algo, señorita?
La actriz miró hacia la muchacha que tal cosa preguntaba.
―En efecto. Descansaba en esta roca y me ha caído una pulsera. Representa mucho para mí. Desde aquí parece que se ve.
Era la oportunidad deseada por Jossie. Y con su natural viveza y decisión la aprovechó.
―Yo la atraparé.
Hecha esta afirmación se lanzó de cabeza al agua, y desapareció en ella.
―¡Oh no, puede correr peligro! ―dijo la actriz.
―No se preocupe por Jossie. Nada como un pez.
Jossie apareció jadeando por el esfuerzo. Sacó la mano del agua y al abrirla salieron una serie de piedrecitas.