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Los tíos de Jossie la conocían bien, pero sabían de su deseo de aislarse, y lo respetaban escrupulosamente. Pero Jossie ardía de, impaciencia por conocerla.

―Tengo que hablar con ella. Deseo conocerla.

―Pero ¿no ves que no desea tratar con nadie?

―Es igual, Bess. Si me las ingenio, tratará conmigo. Por ejemplo, podría subirme a aquel pino que está junto a su verja y dejarme caer en su jardín. O tal vez…, ¡eso!, pasar galopando y hacer que el caballo me derribe ante su puerta. Seguro que me asistiría.

―Pero, Jossie, debes tener juicio.

Jossie continuaba sus fantasías.

―No sería mala idea simular que me ahogo cuando ella vaya a bañarse. Pero no. A lo mejor mandaba un bañista a que me salvase. Y yo deseo entrar en contacto con ella.

―No precipites los acontecimientos ―aconsejaba juiciosamente Bess―, probablemente se presentará alguna oportunidad.

Mientras así hablaban paseaban tranquilamente por la playa, esperando la hora del baño que aquel día tomarían por la tarde, porque por la mañana estuvieron de pesca.


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