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Desde aquel momento, el travieso y revoltoso «león» aprendió a mirar a su tranquilo y pacífico hermano con una admiración, que los que no estaban en el secreto encontraban extraña.

A la vuelta de la familia Bhaer, Jo lo comentó con su esposo.

―Me admira el cambio experimentado por Ted. No sé si atribuirlo a la influencia de Meg, o a las comidas de Daisy. Pero parece otro.

―También Rob parece más sereno y firme. Más hombre. Debe ser que van creciendo.

En un rincón de la estancia, ajeno por completo a la conversación de sus padres, Ted escuchaba atentamente las explicaciones geológicas de Rob, al que tenía pasado un brazo por el hombro. Era una escena inconcebible un tiempo atrás, porque el «león» siempre se había burlado de las pacíficas aficiones del «cordero», que ahora respetaba y casi compartía.

La realidad es que el sereno y callado valor de Rob le habían admirado profundamente.

La ligera cojera de Rob la atribuyeron a una caída casual y sin importancia en la escalera. Así los padres quedaron tranquilos.


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