Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―¡Hay que ver qué clase de hombre eres! ¿Me preguntas a mí si me parece bonita? Sí, me lo parece. Pero lo esencial es que te lo parezca a ti. Y que sea algo más que bonita, por supuesto.
―¡Oh, sí! Es muy hacendosa, sabe llevar una casa, coser y una infinidad de cosas. Tiene un carácter muy dulce, canta y baila que da gusto, y le encantan los libros. Los de usted los ha leído todos y me pidió que le dijera cuánto le han gustado.
―Bueno, todo eso son elogios interesados. Tú deseas que te ayude en algo. Pero primero empieza por contármelo todo.
―Se formó un grupo. La mayoría eran conocidos de John. Salimos a remar. La verdad es que lo estábamos pasando bien. De repente, ¡el chapuzón! Involuntariamente causé la caída de Dora al agua. Creí morirme del susto. Afortunadamente es una buena nadadora y todo terminó en un remojón y un bonito vestido echado a perder.
―Debió ser todo un espectáculo.
―Sí, lo fue. Como es natural nos quedamos un día para saber si el incidente había tenido otras consecuencias. La visité y me recibió muy bien. La verdad, no estaba preparado para ser tan bien tratado. Acostumbrado a los desplantes y chascos de Nan me encontré a gusto con Dora. Me sonreía, se alegraba cuando iba y se entristecía cuando me marchaba. Me escuchaba, daba importancia a todo cuanto yo decía… Eso halaga. Uno se siente un hombre importante y no un tonto que hace el ridículo tras una chica cerril.