Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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―Yo creo que…
Jo interrumpió a Tom. Deseaba convencerle del todo ahora que era el momento oportuno.
―Sucede simplemente porque estás enamorado. Y no le des más vueltas. No se puede estar enamorado de dos personas a la vez, eso, es seguro. ¿No te parece?
―Pero ¿qué dirá Nan en cuanto se entere?
―¡Eso es lo que te preocupa! ¿Pues qué ha de decir? Pero no tardaremos en saberlo, porque ahí viene precisamente.
Así era, en efecto. Nan se acercaba con elástico y firme paso. Tom hubiera deseado fundirse en aquel momento…
Ahora se daba cuenta de las ridiculeces que había dicho a la muchacha durante años, y se avergonzaba de tener que confesar que bastó la oportunidad de pasar unas vacaciones lejos de ella, para que se enamorara de otra.
―Hola, Nan ―saludó Jo, deseosa de terminar las cosas pronto―. Tenemos noticias.
―Ya las imagino. Que Tom ha decidido dejarse crecer la barba, ¿no?
―No te burles. Nan. Acaba de llegar con John, y no ha tenido tiempo de asearse. Ha venido corriendo a darme la buena nueva.