Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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―Nadie se alegra más que yo. Tom es un buen chico y vale. Ahora lo demostrará en la forma que puede demostrarlo. Como médico habría sido una auténtica calamidad.

Con un sincero saludo, los dos jóvenes se desearon las mejores cosas. Luego Tom se alejó, contento de haber terminado aquella escena que había estado temiendo, aunque un poco molesto por la satisfacción que Nan había demostrado al saber que estaría libre de su asedio. A él le hubiera gustado que ella lamentase un poquitín aquel noviazgo.

Por su parte, Nan estaba contentísima. Ahora se veía libre del asedio de Tom. Ella apreciaba al muchacho, aunque no se lo demostraba porque cualquier atención o amabilidad le envalentonaba y le hacía más pesado e insistente. En el futuro, Nan tendría en Tom un buen amigo sin tener que tratarle con chascos y desplantes.

Cuando Jo quedó sola meditó un poco:

―Esto se extiende como el sarampión. Primero Franz. Luego el enamorado Nath. Ahora el caso fulminante de Tom. A John también le he observado algo raro. No sé, no sé. El amor ha irrumpido en este rincón de mundo como una epidemia.


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