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Algunos de los exiliados que volvieron llegaron al gobierno y fueron ministros o incluso presidentes, como Michelle Bachelet.

Pero fueron los menos.

La mayoría trató de adaptarse, con mayor o menor éxito, a ese país culiao que es Chile muchas veces.

Crearon empresas, quebraron, fueron estafados, encontraron trabajos, fueron despedidos, se jubilaron, murieron pobres y hoy sus cuerpos yacen olvidados en los cementerios de sus antepasados en Curanilahue, Huasco o Puente Alto.

Es decir, les fue como le va al resto de los chilenos.

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Todo esto tuvo su origen en nuestro propio Holocausto a escala que vivimos a partir del 11 de septiembre de 1973.

Sí, porque si los judíos tuvieron su Shoa, nosotros, los chilenos, tuvimos nuestro propio Holocausto.

Esto puede sonar a exageración, pero lo siento así. ¿Y quién me puede sacar esos sentimientos?

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En el Holocausto murieron seis millones de judíos. Y la dictadura militar dejó, según la Comisión Rettig, tres mil muertos, un tercio de ellos desaparecidos.

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