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Krassnoff diría: «un 0,6%. No hay comparación, cabrito».

* * *

El abuelo de Krassnoff, un cosaco del derrotado Ejército Blanco, se fue al exilio tras la Revolución Rusa. Durante la Segunda Guerra Mundial, colaboró con los nazis en la invasión de la Unión Soviética, por lo cual fue ejecutado en 1947 en Moscú.

Su nieto se convirtió en oficial del Ejército de Chile y lo vengó matando izquierdistas desarmados en Chile tras el golpe de Estado de 1973. Hoy está en una cárcel militar.

Yo escribo libros.

* * *

Los muertos se pueden contar, contabilizar, cuantificar.

¿Pero cómo medir el dolor causado por el golpe en el alma de los chilenos?

¿Las lágrimas derramadas, los gritos, las separaciones? ¿Los insomnios, las pesadillas, las enfermedades?

¿El impacto del abrupto fin de un proyecto de vida, de mil, de millones de proyectos de vida?

¿La pena por no haber podido ir al entierro del padre? ¿El desgarro por saber violada a la hija adolescente en la tortura? ¿La tristeza por no haber podido concluir la carrera universitaria?

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