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—No que yo conozca.

—Necesitaríamos una lista de los diez o quince amigos más cercanos de Aitana.

—No será problema.

—Usted y su mujer se encontraban de viaje. ¿A quién proporcionaron esta información?

—Únicamente a compañeros de trabajo y a familiares por si necesitábamos que se acercasen a echarles un ojo a las niñas. Son mayorcitas, pero adolescentes.

De Marcos se removió en la silla, adoptando su cuerpo una nueva postura. La inspectora percibió el gesto de hastío del juez y temía que los despachara en breve.

—Hemos interrogado a su vecino y nos ha dicho que no oyó nada a la hora del crimen. ¿Tiene buena relación con él?

—Ni buena ni mala —contestó De Marcos con desapego.

—¿Pertenece usted a algún grupo o asociación?

Suspiró De Marcos antes de responder. Perdió la vista, recordando:

—Participo en coloquios e imparto formaciones dentro de la Escuela Judicial. Fuera de eso, nada más.

—¿Y algunas de esas formaciones tratan temas dogmáticos?, ¿religiosos?

Negó el juez con la cabeza.

—No es esa la finalidad de la formación ni las reuniones.

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