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—Señor De Marcos, agradezco que haya accedido…

—Sé cómo funciona —interrumpió, hosco, el juez—. Hagan las preguntas que deban hacer.

La voz rasgada del juez De Marcos sonó lánguida, con ápices de rabia contenida.

—En primer lugar, lamento lo ocurrido —tanteó la inspectora—. Mi compañero y yo estamos trabajando en descifrar el mensaje que el asesino de su hija dejó escrito en el pecho, así como el simbolismo de los objetos que depositó en ella. Tanto la venda como el consolador. Este tipo de crímenes repletos de simbología no son comunes. Así que la investigación la llevaremos con la máxima discreción, con tal de mantener alejada a la prensa y evitar noticias sensacionalistas engordadas con falsas suposiciones. De esta forma, es posible que el caso no lo vea por televisión o los medios, pero ello no quiere decir que no estemos dejándonos la piel en él.

Asintió De Marcos, impasible.

—Nos ayudaría saber —continuó Guijarro— si podría haber alguien en su entorno que quisiera hacerle daño a usted o a su familia, o con quien pudiera tener cierta enemistad.

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