Читать книгу Norah онлайн

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— Si... – respondió mientras las lágrimas le caían por las mejillas.

— Pues son ciertas. A partir de ahora sólo podrás fiarte de tu instinto. Recuerda esto, se fuerte, se valiente, se diferente. Te quiero pequeña.

La imagen de su padre se desvaneció y el agua volvió a caer con fuerza. Un agujero se abrió a sus pies y cayó gritando hasta que volvió en sí de golpe. Seguía sentada en aquel círculo y estaba empapada por culpa de aquella catarata. “Ha sido real”, pensó. La carta ya no estaba y la antorcha que antes estaba casi extinta, se había apagado por completo. Se levantó y bajó los escalones despacio. Estaba algo aturdida. Cogió su bolsa y se la volvió a colgar a modo bandolera. Salió corriendo de aquel lugar y siguió corriendo hasta llegar a Altai. Lo abrazó con fuerza y empezó a llorar desconsoladamente. No podía ni quería creer nada de todo aquello.

Tras un tiempo abrazando al caballo, miró a su alrededor y vio que el sol empezaba a estar bajo. ¿Cuánto tiempo había estado dentro de la cueva? Para ella habían sido unos minutos, pero no había sido así. Montó en Altai y lo dirigió de vuelta a casa con la misma tranquilidad con la que habían ido. No sabía si quería llegar. Su vida hasta hoy había sido una mentira, o eso le había dicho su padre en la visión. ¿Qué historia le esperaba al llegar a casa? Cuando era pequeña, su madre siempre le cantaba canciones acerca de profecías y relatos de héroes antiguos. A lo mejor también eran ciertas. El rugido de las tripas la distrajo de sus pensamientos. El sol ya había caído y no se había dado cuenta. Cogió una manzana y un poco de pan y lo fue comiendo mientras proseguían el camino.

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