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Nunca había ido a la escuela, pero se sabía espabilada. Retenía todo lo que la señora le decía. Acá la cocina. Has de levantarte a las cinco para preparar los jugos, unos huevos y un poco de arroz. Con el tiempo te enseñaré a hacer bolones. A media mañana me preparas un café con humitas. Para la comida cada día te daré dinero y te explicaré qué has de comprar. A la noche algo que nos haya sobrado de otro día. Tendrás que aprender los gustos de cada uno de nosotros para tenernos contentos.

Hubo gustos que aprendió pronto, demasiado pronto. Siguió el paseo por la casa. Los baños los limpias dos veces al día, el patio es chiquito pero hay que limpiarlo cada día. Haces también las habitaciones. Las sábanas las cambias cada semana.

¿Has comido algo? -le preguntó la señora. Solo había comido un poco de yuca con arroz para desayunar y el yogur con pan de yuca en el camino. Antes de contestar vio como el hombre fruncía el ceño. Pronto aprendió a saber interpretar los signos de su cara. Contestó que sí.

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