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Despertó con el frenazo del coche. Bajó cuando se lo pidió el hombre. Estaban delante de una casa. No parecía muy grande. El hombre abrió la puerta y le invitó a pasar. El primer recuerdo fueron unas miradas lascivas que le atravesaron por completo. Dos muchachos algo mayores que ella la estaban esperando.

Entre ellos se abrió paso la señora. Desde ese momento para ella siempre fue la señora. Nunca sabrá hasta qué punto fue consciente de todo lo que pasó. Pero eso no le quita ni un ápice de su categoría: la señora.

Apartó de un manotazo a uno de los jóvenes mientras con la otra mano la agarraba del brazo. Antes de poder saludar siquiera se vio dentro de una habitación. Este será tu espacio -le dijo. A ella, que nunca había tenido un espacio.

Pensó en su familia, todos durmiendo juntos, amontonados en un colchón sucio e infestado de chinches. Ella allí tenía una cama. No era muy grande, pero era para ella sola. Un espacio, algo nuevo. Tal vez no le fuera tan mal.

La señora era seria pero se le veía buena gente. Le preguntó por su ropa. Únicamente tenía lo que llevaba puesto. Le prometió que al día siguiente irían a comprar algo, un par de faldas, unas camisas, ropa interior y una bata de trabajo. Después le enseñó la casa mientras le daba todo tipo de instrucciones.

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