Читать книгу Ella онлайн

8 страница из 17

Mira el cuerpo de su bebé. Es hora de entregarlo a la tierra. Vuelve sus manos sobre el suelo. Poco a poco va sacando su carne, va agujereando ese espacio que se convertirá en el útero eterno de su niño. Un niño que ya no verá la vida. En la otra vida, tal vez, allá, vuelvan a encontrarse. Si existe, si hay justicia.

Golpea la tierra. Sin rabia, pero también sin resignación. Hay dolor, porque hubo felicidad y amor. Besa la tierra. La tierra que acoge el cuerpo de su bebé. Allí quedará para siempre. Nunca volverá. Pero antes de irse busca unos palos. Con unas hierbas intenta unirlos. Al principio no puede, pero continúa intentándolo. Finalmente consigue hacer una especie de cruz. Dos palitos cortos, pequeños. No los clava en el suelo, solo los deja encima. Que su diosito cuide del bebé, de su bebé.

No mira atrás. Solo camina. Espera llegar pronto, pero no tiene prisa. Anda despacio, recordando, repasando, amando. Recuerda cuando nació su bebé. Todo parto es doloroso y peligroso, pero pudo superarlo. Recuerda la cara de aprobación de su hombre, la sonrisa de su otro hijo. Recuerda la primera vez que se le agarró al pecho. La dicha que sintió.

Правообладателям