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No le dijeron nada, pero ella notó que algo era diferente. Su madre, con los ojos llorosos la despertó y se la llevó con ella. La lavó toda entera. Su padre le entregó un trozo de yuca en el desayuno. Los hermanos y hermanas miraban atentos. Había algo enrarecido en el ambiente.

A media mañana salieron a pasear. Solos, los padres y ella. Algo pasaba. Miró atrás. Hoy recuerda que le hubiese gustado correr a besar y abrazar a los pequeños. Pero sabe de la crueldad de la vida y entiende que así fue mejor.

Un hombre se acercaba y entonces sus padres se detuvieron. Ella también. Los miraba. La madre un poco retrasada, unos dos metros por detrás; el padre con los ojos tristes. Esta es -salió de su boca. No dijo nada más. No la miró. Bajó sus ojos al suelo y se quedaron allá clavados. Enterrando con ellos una parte de su historia, de su vida, de su amor. Su madre ya había dado la vuelta.

El hombre sacó unos billetes. Se los tendió al padre. Este los cogió con vergüenza y se marchó. Entonces lo supo. Había oído hablar de esas cosas. Ahora lo estaba viviendo. Vendida con doce años.

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