Читать книгу ¿A dónde van las estrellas cuando mueren? онлайн

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A punto de quedarme dormido, tumbado en mi hamaca en cubierta, de repente sentí que no estaba solo:

—¡Ey, polizón! —dijo la voz isleña de tono poco amigable—. ¿Qué estrella es aquella roja?

«Polizón», como insinuando que yo no debería estar aquí. Era la contramaestre Boon, con su extravagante voz ronca, su serpiente tatuada y su aterradora cicatriz que le cruza la cara. Y ya que estoy escribiendo esto… ¿debería estar yo aquí? La verdad es que no me lo había planteado de esa manera, pero aquel desafortunado comentario ahora me hace pensármelo.

Con un disgusto que me salió del corazón, mi respuesta fue:

—No es oro todo lo que reluce.

Y es que, si te dejas engañar, puedes ver, incluso en el cielo y de noche, muchas cosas que parecen estrellas, pero que en verdad no lo son. Las estrellas que se ven de noche nunca se mueven unas con respecto a otras, no se acercan ni se alejan entre sí, y si es que lo hacen, están tan lejos que es imposible darse cuenta a simple vista. Por eso dibujan sus formas, que llamamos constelaciones, y que son siempre las mismas: como Libra, como Orión, como Casiopea, o como la Osa Mayor. Después de mirar al cielo durante tantas noches uno se las acaba aprendiendo de memoria, y puedo asegurar que aquella susodicha «estrella» roja no estaba ahí, en la constelación de Libra, cuando decidí subirme a este barco.

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