Читать книгу ¿A dónde van las estrellas cuando mueren? онлайн

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Tras mi respuesta y como queriendo ganar mi juego, Boon esbozó una sonrisa misteriosa —manipuladora, me pareció a mí— y me dijo:

—No, pero no es precisamente el oro lo que hace a un pirata volver al mar.

¿Qué querría decir? No tengo ni la más mínima idea, pero ya me quedé dándole vueltas a la cabeza y me costó mucho trabajo volver a agarrar el sueño.

Espero que todo esto no haya sido una mala idea.

CUARTA NOCHE

La historia de la Osa Mayor

Estoy empezando a entrar en rutina. No sé qué decir; la verdad es que estoy un poco decepcionado. Yo me imaginaba que esta iba a ser mi gran aventura pirata, pero cuando no estoy ayudando a Silva en la cocina o echándome la siesta, no hago más que deambular de aquí para allá. Solo escribo por las noches, a la luz de una pequeña lámpara de gas que me prestó Carla. El resto del tiempo es… aburrido.

Casi nadie me dirige una sola palabra, a excepción de Silva, que habla por los codos y por los de todos en el barco, mascando tomates secos al compás mientras yo friego platos y otros utensilios. Al menos, parece que a él le caigo bien. En la cocina me cuenta todo tipo de cosas extrañas; desde cómo hacer un buen pan de marinero o cómo desalar migas de bacalao con la menor cantidad de agua dulce, hasta sus fechorías antes de convertirse en pirata y cocinero… Hoy me ha contado que hace tiempo fue un magnífico cazador, que habría sido capaz de extinguir a todas las especies de la Tierra él solito; «si me hubieran dejado», ha agregado con un tono de demencia que me perturba.

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