Читать книгу ¿A dónde van las estrellas cuando mueren? онлайн

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Cambiando de tema, acabo de ver pasar una estrella fugaz: se dice que puedes pedir un deseo si ves una, y desde aquí yo veo un buen montón cada noche. Se me ocurre que quizás sea la recompensa por andar encerrado en un barco en medio del océano y por lo que me queda, aunque en realidad todo es parte de una misma trampa, y es que estas pequeñas traviesas tampoco son estrellas de verdad.

Las estrellas fugaces se llaman en realidad meteoros, y esta vez debo reconocer que sí que parecen estrellas, y por eso los que ponen los nombres a las cosas decidieron llamarlas así. Los meteoros o estrellas fugaces, pues, son pedazos de roca relativamente pequeños —del tamaño de un barco pirata o más chicos— que andan sueltos por el espacio y en su camino atraviesan un pedazo de la atmósfera de la Tierra, y al entrar en la atmósfera terrestre tan rápido se prenden fuego y por eso brillan. Algunos pueden llegar a caer a la superficie, y entonces se llaman meteoritos.

¡Ah! Y antes de que me gane el sueño, que ya queda poco tiempo, y ya que estamos en estas de ver qué es una cosa y qué no lo es, necesito distinguir tres palabras de forma muy clara: 1) Un astrónomo es alguien que mira las estrellas con mucho cuidado, que conoce las formas que dibujan, las constelaciones, y que sabe cómo se mueven los planetas y puede distinguirlos de las estrellas. 2) Un astrónomo se convierte en astrofísico cuando empieza a entender qué son realmente esas estrellas y esos planetas del cielo. Y 3) un astrólogo, dicho sea de paso, es alguien que se cree adivino y que cree que nuestro destino está escrito en las estrellas. Pero no hay que dejarse engañar, ya que, si bien puede que las estrellas conozcan perfectamente nuestro pasado, puedo asegurar que no saben absolutamente nada de nuestro futuro. No es aquí donde reside la magia de las estrellas.

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