Читать книгу La razón de mi vida онлайн

37 страница из 47

Comprender aquello fue —y lo es todavía— una gran luz en mi vida.

A mí, a una humilde y pequeña mujer, me encomendaba el cuidado de sus trabajadores, lo que él más quería. Y yo me dije a mí misma: “Pudo encomendárselo a otros, a cualquiera de sus amigos, incluso a algún dirigente gremial... pero no, quiso que fuese yo... ¡una mujer que no sabe otra cosa que quererlo!”.

Esa era, sin duda, la prueba absoluta de su amor. Pero una prueba que exigía respuesta; y yo se la di.

Se la di entonces y se la sigo dando. Mientras viva no me olvidaré que él, Perón, me encomendó a sus descamisados en la hora más difícil de su vida.

¡Mientras yo viva no me olvidaré que él, cuando quiso probarme su amor, me encargó que cuidase a sus obreros!

Él no encontró mejor manera de expresarme su amor y ahora estoy segura que eligió la más pura y la más grande manera de decírmelo.

Desde entonces, cuando yo quiero a mi vez expresarle mi amor de mujer —¡y quiero expresárselo permanentemente!— no encuentro tampoco una manera más pura ni más grande que la de ofrecerle un poco de mi vida, quemándola por amor a sus “descamisados”.

Правообладателям