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La simetría o la complementariedad no son en sí mismas “buenas” o “malas”, “normales” o “anormales”: son dos modalidades diferentes de darse los intercambios comunicacionales. Ambas cumplen funciones útiles en la relación, según las situaciones y las circunstancias del caso. Por eso, en los vínculos sanos, ambos estilos deben estar presentes, en alternancia mutua o funcionando en sus áreas de competencia. Por ejemplo, quizás en temas gastronómicos la esposa sea la experta y el esposo asuma el rol complementario de someterse a su opinión, a diferencia de los temas políticos, en los que, quizás, el esposo sea la autoridad y entonces la esposa acate su dictamen.

El problema aparece cuando las relaciones entran en “escalada simétrica” o en “complementariedad rígida”. Estas son las formas disfuncionales de las interrelaciones. La escalada simétrica es cuando se compite, disputa o lucha por doblegar al otro. Así, por ejemplo, en los conflictos matrimoniales los cónyuges en escalada pelean con agresiones mutuas, sin que ninguno ceda, aumentando las hostilidades hasta el agotamiento o hasta que la violencia genera actos que los detienen. Hacen “más de lo mismo”, como esa célebre película protagonizada por Michael Douglas y Kathleen Turner, La guerra de los Rose, que representan un matrimonio en divorcio, que discute por los bienes, entrando en una espiral de violencia, con insultos, amenazas, agresiones, abusos hasta buscar sádicamente destruir al otro, destruyendo la casa y terminando los dos muertos. Este tipo de violencia simétrica se denomina “violencia-agresión”. “Se genera en situaciones de desafío en el que uno trata de imponerse al otro; la mujer es la que suele llevar los golpes, pero no se somete, se las arregla para continuar la lucha. La agresión es abierta”.14

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