Читать книгу Cómo construir matrimonios felices онлайн

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“Son tantas las cosas que debería agradecerte y pedirte perdón por mi insensibilidad, que todo el libro no me alcanzaría. Solo quiero agradecerte profundamente por tu cariño, tu interés en mí y en todo lo que hago, por acompañarme incluso en lugares que sé que no son de tu agrado. También, muchas gracias, porque me has librado de ir a lugares que hubieran sido arriesgados y peligrosos, como cuando quise ir a estudiar a aquel país tan precario (¿te acuerdas?).

“Gracias por tu fe en Dios, tan intensa, sentida y sincera. Me ha ayudado mucho en mi propia experiencia religiosa. Me asombra cómo Dios te escucha y responde a tus oraciones, tanto en cosas pequeñas (por ejemplo, cuando habíamos perdido los tickets de avión, y después de orar el ángel te dijo dónde estaban) como en cosas grandes. Me acuerdo de cuando aquel funcionario de inmigración de los EE.UU. no te quería dejar pasar la frontera, poniéndonos en una situación desesperante. ‘Vamos a orar a Dios para que solucione este problema’, dijiste con esa convicción tan firme que te caracteriza. No lo podía creer cuando vino el jefe de la sección y te dijo: ‘Señora, puede pasar’. Eso fue un milagro increíble. Estoy seguro de que si finalmente llego a ir al cielo va a ser gracias a tu fe. Si no fuera por ti, yo no estaría en la iglesia. Fueron tu fe, tus oraciones y tus palabras tan emotivas lo que me trajo a Dios. Nunca olvidaré cuando te confesé mis dudas e incredulidad, y me respondiste emocionada: ‘Mario, quiero entrar contigo en el Reino de los cielos’. Eso me conmovió tanto que el castillo de dudas que había construido con tantas lecturas de filósofos ateos se desmoronó al instante. Así que, como puedes ver, este agradecimiento es una simple introducción insuficiente del agradecimiento que tendré que seguir dándote en el cielo por toda la eternidad. Espero que no te canse.

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