Читать книгу El bautismo del diablo. La evolución y la seducción del cristianismo онлайн

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Imagina que durante toda tu vida te hayan enseñado (y siendo consciente de que a muchas generaciones antes de ti les enseñaron lo mismo) que la Tierra se asentaba en el centro del cosmos, ¡y ahora resulta que te dicen que eso estaba equivocado! No estamos en el centro del estadio; ni siquiera estamos en el estadio. Estamos en las afueras del estacionamiento. Lejos del centro de todo. De repente descubrimos que no solamente somos uno más de un número de varios planetas que orbitan alrededor del Sol, sino también que ese Sol es uno entre miles de millones de otros soles en nuestra galaxia, que a su vez es una entre otros millones de galaxias... En lo que se refiere a geografía cósmica, Copérnico nos sacó del centro del círculo donde nos había puesto Aristóteles desde la antigüedad, y nos exilió a vaya uno a saber dónde.

Aunque escribió cerca de una era después de Galileo, Richard Tarnas capturó lo que esos padres primitivos de la iglesia temían de las implicancias de Copérnico. “La mera improbabilidad de todo el nexo de eventos se estaba volviendo dolorosamente obvia. Que un Dios eterno de repente se haya convertido en un ser humano particular, en un momento y lugar histórico específico, solo para ser ejecutado con ignominia; que una sola vida, relativamente breve, hace dos mil años, en una nación primitiva oscura, en un planeta que ahora se sabe que es un pedazo relativamente insignificante de materia que gira alrededor de una estrella entre miles de millones de otras, en un universo inconcebiblemente vasto e impersonal; que dicho evento con poca distinción podría tener algún significado cósmico o eterno avasallante podría ya no ser creíble para hombres razonables”.65 Aunque estaban equivocados sobre la teoría de Copérnico, los inquisidores tenían razón sobre sus potenciales implicancias.

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