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Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto (Zac. 14:5).

Y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo”(Luc. 21:11).

El remueve la tierra de su lugar,

y hace temblar sus columnas (Job 9:6).

Obviamente, la Tierra no es inamovible. Los terremotos que existían en el tiempo de los escritores bíblicos, por sí solos, prueban esto. Sin importar lo que signifiquen estos textos, no significan que la Tierra no se mueve en absoluto.

El movimiento descrito en estos textos, sobre que la Tierra tambalea “como ebrio”, se bambolea y se conmueve, no se refiere al movimiento de la órbita de la Tierra o de la rotación sobre su eje. Pero tampoco lo hacen los textos que dicen que Dios estableció la Tierra “para que no se mueva”, como referencia a la órbita terrestre o la rotación sobre su propio eje. Estos versículos hablan sobre el poder y la majestuosidad de Dios como Creador y Juez; no son textos sobre cosmología, así como las palabras de Pedro a Ananías no son sobre anatomía y fisiología: “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” (Hech. 5:3).

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