Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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Casi todos los descubridores tienen la arrogancia de creer que las cosas comienzan con ellos, y que por ende pueden darles nombre. Como si no estuvieran ya siendo llamadas antes de su aparición. Esa soberbia los lleva a establecer hitos y fechas.

El nombre de Guinea proviene de ganuya, un vocablo bereber que significa tierra de negros -por algo ha de ser-. Hoy es una denominación poco precisa, que lo mismo remite a Guinea Bissau que a Guinea Conakri o a Guinea Ecuatorial (por no hablar de Nueva Guinea); todas ellas eran tierras de negros. Y lo fueron de negreros.

Sin excepción, todos los textos sobre Guinea organizan su historia conforme al calendario político que dictan los que organizan la historia, valga la anáfora: 1472, aparece Fernando Póo; 1777, la entregan a España; 1885, Conferencia de Berlín; 1900, Tratado de París; 1936, guerra civil; 1968, independencia; 1979, golpe de Estado; 2022 -o a lo más tardar, 2023 ó 2024-, probablemente, el porvenir.

A saber cómo hubiera sido una periodización bubi. U otra definida por un habitante de a pie -antes todos lo eran- de la isla, uno cualquiera de los que vivían allí antes de que en el horizonte apareciera, acercándose, la manchita blanca de las velas del barco propiedad de Fernando Gomes.

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