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El tráfico

Los portugueses habían sido pioneros. Fueron los primeros europeos en traficar con esclavos negros (ya en 1441 hay constancia de los tejemanejes de un tal Antāo Gonçalves). En cuanto a los españoles, fueron los últimos en prohibirlo. En un museo de Asunción vi una vez un documento que certificaba la compra de un negro en una fecha muy posterior a la abolición. Aquel papel tenía en su margen una anotación que lo calificaba como no importante (¿quién será quien define lo que es importante y lo que no?) No sé si la esclavitud lo habrá sido -seguramente para los esclavos sí-, pero lo que está claro es que fueron cuatrocientos años de un negocio estupendo.

No hay que olvidar que autores como John Locke, el apóstol del liberalismo que escribía que todos los hombres somos iguales, simultaneaba sus escritos con la compra de acciones de la esclavista Royal African Company.

Los españoles también se avivaron. Pronto. Un año después de que Cristóbal Colón desembarcase en La Española aprovecharon que en el Vaticano reinaba un Papa valenciano (Alejandro VI, en realidad Roderic de Borja) para obtener de él otra bula -la Inter Caetera- que concedía:

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