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Transcurrieron dos años.

1931. Mes de abril. Alfonso XIII abandona el país y llega la Segunda República.

La República, desde lejos

Pese a que la política peninsular seguía quedando muy lejos, se escuchaban tímidos intentos de cambio. Buenos propósitos. La República no consigue alterar la vida colonial, pero trae consigo la intención de mejorar las condiciones de los nativos. También la beneficencia y la instrucción. El presidente del Patronato de Indígenas dejó de ser el obispo (en cuanto Franco tome el control volverá a serlo de nuevo).

El intento de cambio no va a tener sin embargo mucho recorrido. Llega a Fernando Poo un nuevo gobernador con ideas diferentes a las de sus antecesores. Se llama Gustavo de Sostoa y es diplomático. Por primera ver el cargo no lo ostenta un militar.

Una de las primeras cosas que Sostoa hizo fue viajar a la isla de Annobón. Y de las últimas. Lo hace en el barco Legazpi. En aquel momento los cuatro únicos europeos que allí residían eran un practicante, dos misioneros y un sargento de la guardia colonial de apellido Castilla, al que Sostoa pensaba relevar porque sobre él se habían acumulado muchas quejas.

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