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Desde el punto de vista teórico puede que devorar al adversario no fuera más que la expresión de un fracaso, y que el hecho de que los tupinambá se comieran literalmente a sus prisioneros se explique por su incapacidad simbólica para hacer posible una metáfora. Que eso les obligara a pasar al acto y convertir lo imaginario en real. A diferencia de las ceremonias cristianas, en los ritos caníbales el significante es el cuerpo mismo -no el místico- del muerto.

Casi siempre que se habla de canibalismo en Paraguay la fuente original se remonta a Antonio Ruiz de Montoya, un peruano que fue contemporáneo de Cyrano. Mientras éste fantaseaba con el otro escribiendo viajes fantasiosos al sol y a la luna por medio del rocío embotellado, Montoya trataba de descifrarlo y escribía la primera gramática guaraní. Fue un jesuita. Claro.

Otro estudioso del canibalismo en Paraguay ha sido Miguel Chase Sardi Gato, un antropólogo que trabajó muchos años con los nivaclé. Aunque en alguno de los documentos del archivo del terror descubierto por Martín Almada102 aparece mencionado como pyragüé,103 no hay duda de que fue un activista proindígena. Esa militancia le condujo varias veces a la cárcel. Su nombre figura también en los cables diplomáticos de Ernesto Giménez Caballero -siempre vigilante-:

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