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Para algunos autores las misiones o reducciones (los famosos treinta pueblos) fueron un programa civilizatorio admirable; la solución idónea para unas zonas remotas sin ley, sin fe y sin rey al borde de los dominios coloniales. Montesquieu por ejemplo, que es poco sospechoso de clerical, los cita como modelo exitoso de buen gobierno.

La experiencia se mantuvo durante 150 años -entre 1609 y 1768-, hasta que alguien convenció al monarca de que los jesuitas se estaban construyendo un Estado paralelo y fueron todos expulsados.93

Hay una versión del asunto protagonizada por Jeremy Irons y Robert de Niro que compensa la falta de rigor histórico con lo entretenida que es.94

A Rafael Hernández (el argentino fundador de la Universidad de La Plata -y hermano del autor del Martín Fierro-) le parece sin embargo que esas ruinas representan un pasado deleznable. Nunca llueve a gusto de todos.

La cooperación española ha hecho mucho por ´poner en valor´ -como ahora se dice- las misiones. Unesco eligió algunas de ellas para concederles esa etiqueta un poco arrogante de ´Patrimonio de la Humanidad´. La primera beneficiada fue la de San Miguel, en Rio Grande do Sul -en Brasil- en 1983. Posteriormente los indígenas mbyá guaraní reivindicaron aquellos restos como suyos. De quién sean depende de la lectura histórica a la que uno se apunte.95 Diez años más tarde fueron también bendecidas por la Unesco otras dos misiones en Paraguay.

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