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Mario Blaser ha trabajado sobre esto y denunciado la supuesta sumisión de los indígenas a una visión de ´indigeneidad´ instalada por sus aliados no-indígenas. Argumenta que esa expectativa les complica la opción de elegir por sí mismos qué es lo que son -y sobre todo qué es lo que quieren ser-. A lo mejor es necesario manchar un poco los ángeles,88 no vaya a ser que dicha concepción suponga un lastre a la hora de aliviar la frecuente pobreza de las comunidades indígenas.

La experiencia de Blaser es más que nada con los yshiro -los chamacocos- del Chaco, y la ilustra con un ejemplo concreto en el que cierta organización calificó el rechazo sufrido en una comunidad como ´una actitud inauténtica y no indígena´ (al parecer los líderes habían dicho de la ong …son como los políticos y las iglesias, solo te ayudan si haces lo que ellos quieren).

Según esa tesis a los indígenas les habría sido asignada una doble moral que se espera que respeten: por un lado sensibilidad ecológica, conforme a la cual cazan y recolectan teniendo siempre cuidado en no transformar la naturaleza, y por otro un espíritu económico basado en la reciprocidad que les lleva a preferir culturalmente actividades asalariadas que brinden un retorno inmediato, lo que no sucede en la agricultura.

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