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Nada de lo que hubiera tocado antes le había provocado una reacción tan dolorosa.

Jugar

El día de reyes era una fiesta y comenzaba temprano. Antes de salir el sol, su hermana menor Paula y ella ya estaban levantadas, con los pelos revueltos y la sonrisa de ilusión en sus caras.

Todos los años, los reyes les traían una muñeca a cada una y otros juguetes que dejaban como en exposición y las dos jugaban juntas durante días con los regalos anuales. No había otros en todo el resto del año, así que había que aprovechar la ocasión .

Una vez amaneció lloviendo a cántaros y les extrañó mucho cuando papá y mamá les dijeron que miraran por la ventana, que afuera había otro regalo.

Allí estaba, tapada con un plástico, una enorme hamaca de madera de esas que tienen dos asientos enfrentados. Los vecinos escucharon los gritos de alegría de las niñas, que mostraban su ansiedad de estrenar el hermoso regalo, aunque eso significara tener que mojarse.

Ese fue el último día de reyes que pasaron los cuatro juntos porque sus padres se separaron casi al final de ese mismo año y, un tiempo después, las niñas descubrieron que la hamaca la había hecho su padre, que era carpintero, y no los reyes magos, como ellas creían.

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