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El desarrollo tecnológico es un claro ejemplo de la importancia clave que tiene el entorno social, político e institucional para impulsar las actividades productivas. Pero para que este entorno sea bien aprovechado es necesaria la presencia de una masa crítica de emprendedores e innovadores. O sea, personas que se atrevan a poner en juego su capital creativo. Esto explica, por ejemplo, por qué fue más estimulante para los creadores de nuevas tecnologías digitales instalarse en Silicon Valley, o en Shenzhen (en los años 90 del siglo pasado), que en otras partes de Estados Unidos y China, respectivamente. En el caso de Silicon Valley, se trató de un fenómeno espontáneo, ayudado por una serie de ventajas entregadas por el Estado de California y por el ambiente cultural, académico y científico aportado por varias universidades e institutos de investigación del área; y en el caso de Shenzhen, fue el resultado de una acción deliberada del gobierno chino para crear un enclave que compitiera en importancia económica con su vecina Hong Kong. Esto, mediante un plan de desarrollo de infraestructura y la entrega de estímulos directos a las compañías tecnológicas. Un ejemplo es Huawei, que en 2020 había desplazado a la coreana Samsung, como la mayor fabricante de teléfonos móviles a nivel mundial. Aunque por poco tiempo, debido a las restricciones que le impuso el gobierno de Donald Trump para seguir expandiéndose en Estados Unidos, junto con la tecnología 5G. Huawei fue fundada por el ingeniero Ren Zhengfei, quien había trabajado para el Ejército Popular Chino y luego se independizó. En 1993 Ren construyó la primera caja de conmutación telefónica digital en su país. Enseguida obtuvo un contrato con el Ejército Popular y el gobierno lo premió con protección arancelaria a sus productos, para poner atajo a sus competidores extranjeros.28

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