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Por lo tanto, el desafío de la economía es responder a necesidades que son ilimitadas, reconociendo al mismo tiempo que los problemas sí tienen limitaciones para ser abordados, a veces muy severas. Como dice Friedman, “si los medios no son escasos, no existe problema; se ha alcanzado el Nirvana”. Es más, si existen los medios y el problema a resolver es uno solo “la forma de utilizar aquellos medios es un problema tecnológico”.29

Un ejemplo límite de satisfacción de una necesidad difícil, o casi imposible de satisfacer, fue el proyecto de Estados Unidos para llevar el hombre a la Luna, en la década de 1960. En este caso, el gobierno de John Kennedy tenía la imperiosa necesidad de mostrar supremacía frente a la entonces Unión Soviética en la carrera espacial. Pero para ello necesitaba crear las condiciones y proveerse de los medios para cumplir con este objetivo.30 En este caso, acelerando la construcción de la nave Apolo e invirtiendo ingentes recursos financieros para crear los medios tecnológicos, necesarios para hacer posible este proyecto. Los medios que se necesitaron para llevar los primeros astronautas a la Luna, no surgieron de la nada. Hasta el inicio del siglo XXI no cualquier país o empresa estaba en condiciones hacer posible un sueño de este tipo. Estados Unidos tenía programada una nueva visita con humanos al satélite natural de la Tierra para 2024 y habían surgido proyectos para sumarse a la carrera espacial en el sector privado. Entre los más relevantes, Space X, del multimillonario Elon Musk; Virgin Galactic, del magnate inglés Richard Branson; y Blue Origin, del creador de la multinacional Amazon, Jeff Bezos. Si bien son innovadores en sus respectivos nichos tecnológicos, estos empresarios entraron en la carrera espacial valiéndose del conocimiento y de la experiencia que por décadas han aportado los proyectos gubernamentales, financiados con recursos de toda la ciudadanía.

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