Читать книгу Tú y yo онлайн

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Unos segundos más tarde me tranquilicé y decidí fríamente barajar todas las posibilidades que tenía. Si chillaba, nadie me oiría —estaba en un basement—; si me ponía a defenderme con fuerza, tenía las de perder, dado su enorme cuerpo, así que le seguí el juego unos minutos y en el momento en que empezó a empujarme hacia la cama, conseguí pararle, y agarrándole de la cara, logrando que captara mi atención y me escuchara, le dije que estaba agotada del viaje y le propuse que cuando descansara seguiríamos.

No sé ni cómo lo hice, pero logré zafarme de él y acompañarle hasta la puerta. Cuando estuvo fuera del sótano, cerré por dentro de todas las formas que me fue posible, con la llave y los pestillos que había. Me pasé media noche temblando mirando a la puerta por si volvía. Al día siguiente salí con sigilo del hotel. No me despedí, tan solo dejé las llaves encima del mostrador, aprovechando que no había nadie en ese momento.

Salí y busqué una cabina para llamar de nuevo a Ian, pero una vez más nadie me contestó. Me dirigí a unos policías a los que les pregunté cómo ir a Crossford Street. Al verme, no dudaron en pedirme que subiera a su coche. Me dijeron que me llevaban, que era muy complicado llegar. ¡Qué amables! Tuve tentaciones de contarles lo que había vivido en el hotel la noche anterior, pero no lo hice por miedo a que no me creyeran.

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