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—Depende. ¿A dónde vamos a ir?

—No lo sé. ¿Qué tal el pub de la última vez?

—Paso. Demasiados niños con dinero y sin cerebro. He descubierto que me dan alergia.

—Vale, pues tú eliges. Seguro que conoces algún sitio que merezca la pena. —Me doy la vuelta sobre el colchón y hago un puchero—. Por favor —insisto.

Finge pensárselo, aunque estoy convencida de que aceptará. No solo porque le encanta salir a bailar, sino porque adora tener cualquier excusa para arreglarse. Es una persona tan abierta y espontánea que me intimidó un poco cuando nos conocimos, pero ahora creo que su amistad es justo lo que necesito.

Me ayuda a olvidar lo que llevo a cuestas. Por eso tengo que salir esta noche.

—Regla número uno. —Alza un dedo y la interrumpo porque ya me la conozco.

—Llegamos juntas y nos vamos juntas.

—Bien. Y número dos. —Arqueo las cejas, expectante, y esboza una sonrisa burlona—. Vas a dejar que te busque un tío esta noche.

Pongo los ojos en blanco, aunque no puedo evitar sonreír. Tan considerada como siempre.

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