Читать книгу Mejor no recordar онлайн

9 страница из 77

—Lo sé, lo siento. No me matéis. Por favor, entretén a Carlota y que no empiece a contar nada hasta que yo llegue, que estoy segura de que dice que se muda a Inglaterra con Miguel. Me quedan cinco paradas, es línea directa. Luego solo tengo que andar unos minutos.

—No te preocupes, Ale, ya te conocemos —dijo entre risas—. Yo acabo de llegar, me estoy fumando un piti en la puerta del bar y entro. Creo que Ana y Carlota ya están.

—Genial. Pues ahora os veo. Un beso. —Colgué y me puse los cascos de música.

Aquella noche iba a ser una gran noche. Sí, había decidido que quería divertirme, sin preocuparme por nadie ni nada. La última vez que salimos todos juntos en diciembre, antes de las vacaciones, había sido un desastre. La noche había acabado con una pelea, y me negaba a que aquello se repitiese. Desde hacía unos meses, había estado quedando con Tomás, uno de mis amigos del colegio de toda la vida. Ambos siempre habíamos notado que desde niños había tensión no resuelta entre nosotros, pero no fue hasta mi fiesta de cumpleaños en octubre que sucedió algo. Desde entonces, habíamos estado quedando constantemente a solas, yendo al cine, a cenar, e incluso habíamos organizado una excursión de día a la sierra. Sin embargo, nadie del grupo lo sabía. Habíamos decidido mantenerlo en secreto, ya que no sabíamos qué era exactamente lo que había entre nosotros y no queríamos condicionar la amistad de todos. Esa noche, Tomás bebió más de la cuenta y malinterpretó un gesto cariñoso que tuve con Carlos en la pista de baile. Entonces, se acercó a mí, me agarró violentamente del brazo y comenzó a gritarme y a insultarme. Me acusó de serle infiel y de estar dejándole en ridículo delante de todos. Obviamente, aquella escena hizo que el resto de mis amigos se enterase de lo que sucedía y, aunque me ayudaron a separarme de él y a tranquilizarle, la noche ya se había estropeado. Todos se sintieron muy ofendidos porque les hubiésemos mentido durante meses y, aunque mis amigas, posteriormente, me dijeron que no pasaba nada, soy consciente de que les molestó enormemente. Tomás me estuvo llamando durante días para disculparse, pero siempre me negué a responderle. Estaba muy enfadada con él. No tenía ningún derecho a hablarme de ese modo, agarrándome con esa fuerza simplemente porque había confundido un gesto con un amigo. Es más, ni siquiera estábamos oficialmente juntos. Yo tenía todo el derecho del mundo a hacer lo que quisiera y con quien quisiera. Finalmente, me decidí a hablar con él y, aunque le acabé perdonando por todos los años de amistad que nos unían, lo que fuese que había entre nosotros había terminado.

Правообладателям