Читать книгу Sexualidad y violencia. Una mirada desde el psicoanálisis онлайн

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Para Kramer y Sprenger el motivo por el que la brujería es ejercida mayoritariamente por mujeres —un hecho comprobado por la experiencia empírica, según los autores—, radica en lo que consideran la esencia de la naturaleza femenina. Apoyándose en numerosas citas y referencias, desde Séneca, para quien «una mujer ama u odia; no hay tercera alternativa […] Cuando una mujer piensa a solas, piensa mal»; o Terencio, que sostiene que «en lo intelectual, las mujeres son como niños»; o en el mismísimo Ecclesiasticus XXV: «No hay cabeza superior a la de una serpiente, y no hay ira superior a la de una mujer», concluyen que toda la brujería se origina en el apetito carnal, que en las mujeres es insaciable: adúlteras, fornicadoras y concubinas del demonio, que infectan de brujería el acto venéreo y la concepción del útero por diversos medios: bien llevando a los hombres a una pasión desenfrenada, o su contrario, obstruyendo su fuerza de gestación; destruyendo la capacidad de gestación de las mujeres; provocando abortos, y ofrendando los niños al demonio. Estas elucubraciones, producto del fanatismo religioso, la ignorancia y los prejuicios, no fueron sin embargo obra de unos sujetos desprovistos de sutileza o finura intelectual, desconocedores de la condición humana; muy al contrario, en consonancia con el axioma de que tanto el pensamiento como la palabra o la obra pueden ser fuente de pecado, hay páginas en el Malleus que revelan un profundo saber sobre la emergencia del deseo, la concupiscencia, y la importancia que el imaginario y la pulsión escópica tienen en la atracción erótica.

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