Читать книгу Sexualidad y violencia. Una mirada desde el psicoanálisis онлайн

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El siniestro período histórico atravesado por la caza de brujas —cuyas víctimas eran por lo general mujeres de pueblo que actuaban fuera de norma, desafiando la domesticación impuesta desde los poderes eclesiástico y civil—, es un ejemplo especialmente brutal de hasta qué punto el amo, como señalara Michel Foucault, necesita ejercer el control de las almas, pero también el dominio sobre los cuerpos. Es la época de la biopolítica. Que aún hoy se sigan utilizando significantes injuriosos como bruja, furcia, puta o zorra dirigidos a las mujeres, y que no sea infrecuente que un hombre rocíe con un líquido inflamable a una mujer y la queme —como se hacía con las brujas, atribuyendo al fuego una función purificadora del pecado—, son los trágicos resabios de aquella construcción teológico-política medieval que resiste al pensamiento ilustrado y al impresionante avance que en el reconocimiento de sus derechos ha conseguido el feminismo durante el último siglo y medio. Sin exagerar se puede afirmar que el enigma que encierra la mujer en su cuerpo hace de este un objeto privilegiado de sacrificio por parte del hombre, que tiene que imprimir en él su marca. «El Otro, a fin de cuentas […] es el cuerpo […] hecho para escribir algo que se llama marca» señala Lacan13. Y agrega al respecto Eric Laurent:

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