Читать книгу ¿Qué queda del padre?. La paternidad en la época hipermoderna онлайн
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Está en juego la disolución de la función de la Ley de la castración simbólica que, ya según la doctrina freudiana del Edipo, tenía la tarea de articular el deseo del sujeto a la experiencia del límite. Sin este centro de gravedad el goce aparece, como señala Lacan mismo, «extraviado», privado de brújula y de anclajes simbólicos. La astucia del discurso capitalista consiste en la capacidad de explotar sistemáticamente este extravío. Era lo que el Pasolini luterano sintetizaba como un viraje de la época en la configuración del poder en el tiempo de la afirmación del capitalismo: los súbditos devienen consumidores.
La creencia que anima el discurso capitalista es doble: es creencia de que el sujeto es libre, sin límites, sin vínculos, movido únicamente por su voluntad de goce, embriagado por su avidez de consumo; pero es también creencia de que el objeto que causa el deseo (el objeto pequeño (a) en el álgebra lacaniana) puede confundirse con una simple presencia, con una Cosa, con una montaña de cosas… El deslumbramiento astutamente sostenido por el discurso capitalista consiste en hacer brillar ilusoriamente el objeto, no para hacer posible la satisfacción, sino para mostrar el carácter ávido, imposible de satisfacer, del empuje a gozar. Lo que borra esta ilusión es que lo imposible de satisfacer no depende de las cualidades del objeto, sino de las leyes del lenguaje que abolen irreversiblemente la posibilidad de reencontrar la Cosa absoluta del goce y que, por tanto, nos confrontan con una ausencia, con una falta fundamental.